Nuestra historia
Pintores referentes en Calanda y el Bajo Aragón Histórico
Relaciones basadas en la confianza
Nuestros comienzos se remontan a época de posguerra con personas que tenían muchas ganas de trabajar y de obtener el sustento de sus familias
En aquellos tiempos gran parte de la familia se dedicaba a blanquear las paredes, para lo que necesitaban extraer cal, y ellos mismos “construían” las caleras.
El abuelo Ignacio Vallés Celma comenzó en el negocio familiar con 12 años y 70 años después seguimos apostando por revitalizar las casa de nuestros clientes, no con esas técnicas, pero sí con esos valores de nuestros antepasados.
¿Cómo lo hacían?
Compartir nuestra historia hace que el legado de nuestros pasados, su tenacidad y su esfuerzo se vean reflejados en el equipo que hoy componemos Pinturas Hermanos Vallés.
La base de su trabajo era la cal. Para obtenerla se hacía un pozo en forma de huevo, cerca de una calzada. Para hacerlo, había que arrancar la piedra. En la parte interior, más o menos por la mitad, colocaban una baldosa y sobre ésta, se apilaban una serie de piedras hasta terminar en una.
Se hacía un hueco de unos 30 cm en la parte inferior donde echaban leña y unos 2000 fajos de romero (estaban tres días y tres noches quemando).
Así, hasta que la piedra se convertía en cal. Una vez se quemaba, extraían la cal y la guardaban en trujales para que no le diera el aire. Las caleras las hacían cada dos años aproximadamente.
Una vez extraída, la usaban para blanquear las paredes de los edificios institucionales y particulares. El abuelo Ignacio Vallés Celma, junto con sus padres y hermanos, iba andando o en bici hasta los pueblos más próximos (La Ginebrosa, Torrevelilla, La Cañada…) para realizar estos trabajos. Cómo eran muy de temporada (en invierno la cal se congelaba), tenían que combinar este trabajo con otros, como el campo o el bar.
Nuestro recuerdo
Nuestra herencia
En aquella época tenían que hacerse ellos mismos las herramientas de trabajo. Las brochas las hacían con pelo de cola de caballo o de cerda, y el palo con madera de pino. También usaban cañas como extensión para pintar los techos ¡eran unos manitas y unos artistas!.
Y esta herencia, estos recuerdos, los conservamos para recordarnos de dónde venimos. El abuelo dedicó toda su vida al oficio de la pintura, un trabajo que supo inculcar y enseñar a sus tres hijos desde pequeños, los cuales siguen hoy en día, junto con nuevas generaciones.
UN EQUIPO DE ALTURA Y COMPROMETIDO